Las horas más oscuras

Las horas más oscuras

“Las horas más oscuras” (Darkest Hour). Joe Wright, 2017

Llevar a la pantalla grande la vida de importantes personajes por lo general se reduce a relatar algunos momentos de su vida privada, ojalá algo escandaloso o sórdido en cuestión de sexo y muy tangencialmente se relata el motivo o causa por la cual descollaron y adquirieron fama. Esto en especial en la vida de los artistas. Cuando se trata de políticos o de figuras de poder, todo se reduce de nuevo a la narración de su vida privada, se representan algunas intrigas políticas, acuerdos secretos y conspiraciones, más como nota de suspenso que como simple biografía, para que mantenga cierto interés el desarrollo de la acción, puesto que la película requiere generar interés en el público, o sea, lograr taquilla, lo cual significa que en últimas todo queda en manos de la empresa productora, más interesada en las ganancias que en la descripción verdadera de los hechos.

Por ello mismo ciertos acontecimientos de importancia en la vida del personaje pasan a ser irrelevantes y viceversa, el acento se marca en aspectos secundarios que se convierten en los más destacados, además, incluyendo en ocasiones diversas modificaciones o interpretaciones que desfiguran o tergiversan los sucesos que “neutralmente” se quieren representar o simplemente se limitan a conservar los mitos y equívocos sobre las maquinaciones del poder de forma simplista, aventurera y maniqueísta, donde los “malos” son muy malos y los “buenos” son muy buenos. A manera de ejemplo, la serie televisiva “Game of Thrones” ha desarrollado y exacerbado al límite estas falsas creencias, sumándole la debida cuota de sexo para lograr mayor audiencia.

 

El trasfondo histórico es cuando Churchill acaba de ser nombrado Primer Ministro y debe decidir si enfrenta o no a las tropas nazis, lo que se convierte en un thriller político con mucho de suspenso, acierto del guión, con su respectiva cuota de populismo en la que hace hincapié hacia el final del relato, pero no en la de patriotismo por simple cuestión ideológica y política en el que el cine comercial nunca quiere participar. Este tema del patriotismo es tangencialmente tocado a partir del famoso discurso de Churchill que se reproduce en parte al final de la película, que el guionista y productor por obvias razones evita profundizar, puesto que es a partir de la finalización de la segunda guerra mundial hasta el día de hoy que muchos países padecen la ocupación militar de otros y por ello mismo resulta mejor eludir confrontaciones, tratando de que la referencia sea lo más mínima posible. Algo difícil de por sí, cuando precisamente Churchill resultó ser el gran patriota que se opuso a la invasión extranjera y llamó a su pueblo a resistir hasta el último hombre a la agresión del opresor de turno, lo cual contrasta notoriamente con el concepto actual de patriota, reducido a vestir la camiseta de la selección nacional cuando ésta juega algún partido de fútbol. Sí, han cambiado los tiempos y no siempre para mejor.

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