Pájaros de verano

Pájaros de verano
“Pájaros de verano”. Ciro Guerra y Cristina Gallego, 2018

Una película de “gánsteres y espíritus” al decir de sus directores, que en tan pocas palabras y en apariencia, paradójicas y extrañas, resume en buena parte su contenido: una particular historia que relata hechos verídicos en la que se mezclaron las tradiciones y costumbres de la comunidad indígena wayúu, junto con la codicia y ambición de la riqueza material a través de lo ilegal. El dinero fácil y en grandes cantidades, impulsado y desarrollado por una comunidad tan celosa en la defensa de sus más arcanos valores y ritos, anuncia en dicha contradicción tan notoria, tragedia y descomposición tribal, como en realidad ha venido sucediendo en las últimas décadas de la etnia wayúu.

Relatar algo de los comienzos de la llamada bonanza de la marimba, de lo que ya era un hecho para los gringos de los “cuerpos de paz” de aquel entonces y para los demás turistas, lo que luego se hace en gran escala, es decir, con gran exportación e inmensas ganancias, muestra el lado de gran negociante del wayúu, más también un lado cruel y sanguinario, en el que se mezcla costumbre ancestral y negocio, honor familiar y dinero. Entregar todo esto en diversas imágenes y dejando que lo visual sea quien lleve el papel protagónico es mérito de sus directores. Es bueno celebrar el paso de Cristina Gallego de productora a directora. De quien concibe la idea original de esta película de tiempo atrás y decide lanzarse, no sólo a ser la productora como siempre de las películas de Ciro Guerra, sino además en esta ocasión como codirectora. 

“Pájaros de verano” es una demostración clara y directa de que hay diversas opciones y de que es posible una vertiente más en el cine nacional. Que se puede representar, como en este caso, temas relacionados con la historia reciente del país, como lo es este capítulo funesto en la vida de la comunidad wayúu, lamentables sucesos que contribuyeron a la aceleración de la progresiva pérdida de sus valores ancestrales, dentro del inexorable proceso de aculturización a la que están sometidas todas las comunidades indígenas. La realización ilustra y dramatiza dicho comienzo, su puesta en escena y relato anuncian esta lamentable descomposición étnica; con ello, transformando la película en algo más que un film de aventuras en un muy particular drama, con toda su tragedia y devastación, sólo posible en esta etnia de la Guajira.

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