Una buena receta

Una buena receta

Una buena receta” (Burnt). John Wells, 2015

La narración permite entrar al cerrado y desconocido mundo de la gastronomía por parte de quienes lo dirigen y lo planean, es conocer el mundo de los restaurantes, de su intimidad y de sus rivalidades, como también del alto nivel de exigencia y competitividad de sus respectivos chefs para lograr acogida en el público y lo más importante, a nivel profesional, para obtener la codiciada estrella Michelin que entregan los expertos y que en la vida real, los convierte en sinónimo de máximo prestigio y excelencia. Ese es el tema y relato de la película, y el desarrollo del guión apunta a develar un poco ese difícil ambiente encargado de conquistar el refinado paladar de muchos gourmets con base en la preparación de exquisitos platos, fruto del talento de combinar ingredientes con su debida sazón y cocción.

La historia, que tiene un ritmo muy fluido y sin complicaciones, se centra en un individuo que sale de su crisis y que vuelve después de tocar fondo, o sea, a la búsqueda de una segunda oportunidad cuando ya nadie confía en él. Es la persona que como cualquier otra, quiere modificar varios aspectos de su vida tanto privada como profesional. Es el chef talentoso que, además de neurótico y tirano en la cocina, se enfrenta a las consecuencias de sus actos pasados, a fracasos y odios, rencores y venganzas, que necesariamente lo conducen a ver sus propias limitaciones, a confrontar sus propios conceptos sobre sí mismo y los demás, sobre su vida y la búsqueda obsesiva del éxito y el triunfo, resultando fácilmente que el espectador pueda identificarse con todo ello, y quedar cautivado en el pausado desarrollo de los acontecimientos que se van presentando.

La película basa buena parte de su relato en dejar que sea la imagen la que narre, gracias a muchos ángulos y enfoques, a diversidad de planos, en especial de primeros planos en la preparación y corte de los alimentos, en su sazón y cocción, y posteriormente en la servida de los platos. En entregarse con mucho talento visual a que todo quede dicho y representado por sólo imágenes, donde sobran las palabras y los diálogos, pues la expresividad de la imagen y en especial en cine, es más que suficiente. Ahí reside el secreto para una buena receta fílmica, para poder saborear con especial gusto el cine como imagen; en suma, se encuentran buenos ingredientes en el guión que, con la buena sazón de recursos fílmicos de planos y enfoques, entregan una muy agradable comedia y que como a toda buena comedia le compete un final feliz.

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